Era un domingo como cualquier otro, no había nada especial en entrenamiento, era salir a rodar un par de horas tranquilo. Ya el trabajo pesado se había hecho durante la semana. MTB fue la elección del día, no madrugué tanto, descanse bastante la noche anterior. Buena hidratación, la humedad esta fuerte en esta zona. Bastante bloqueador por que, aunque no se vea el sol, siempre quema, se los digo por experiencia.

Hice una ruta que conozco bastante, unos trillos por las montañas del barrio, alrededor de 20 kms de distancia, mucha subida, pero esta escrito en las leyes de física, todo lo que sube, tiene que bajar.

Llegue al punto más alto, parada estratégica, una manzana para premiar al estomago, fuerte shot de hidratante, escurrí el casco, los guantes, me quede viendo el paisaje mientras comía y listo, para abajo.

Aproximadamente a unos 6 mins de estar bajando, llegó la sorpresa. Apreté los frenos, llanta trasera bloqueada, raya en el piso, solté el pedal, pie en el suelo, solté el otro pedal, pie en el suelo también, y lo primero que salió de mi boca fue: “Holy shit” (perdón). Saque el teléfono (obvio) y foto para las historias de IG.

Mientras ocurría todo eso, la amiga al escuchar semejante escándalo de la frenada en seco, detuvo su camino y quedó en media calle. Escuchó mi grito y me miro a los ojos. Así estuvimos por un par de minutos. Analizando el próximo movimiento, ella de mi y yo de ella. Ella no sabía si seguir su camino, ni yo tampoco. Era muy estrecho para los dos, si yo hacía el intento, ya sea por delante o por detrás, se podía sentir amenazada y eso era lo último que quería que pasara.

Yo tenía tres opciones, tratar de pasar muy sigilosamente, devolverme o esperar que ella se intimidara de mi y se fuera. Y acá es donde empezó la negociación. Decidí dar un par de pasos para atrás como muestra de respeto, ya que yo estaba invadiendo su habitat (en realidad es por que mis pulsaciones estaban en 220 del miedo que tenia). Y funcionó, un par de segundos después, la amiga puso reversa y se devolvió por donde venía.

“Bien amiga” digo en voz alta. ERROR, la amiga se detuvo y volvimos a cruzar miradas, esta vez por menos tiempo, por dicha. Moraleja, no siempre es bueno decir todo lo que se piensa, menos en situaciones delicadas. Transcurrió un minuto aproximadamente y retomo su curso.

Espere unos cuantos minutos para estar 100% seguro de que no iba a topármela de nuevo. Puse marcha fuerte, y simulé un sprint a meta en esos 30 metros. Volví a ver repetidas veces para estar seguro de que no estaba y al fin, paso el susto.

La serpiente o víbora, no se que era y no voy a investigar por que le tengo pavor, miedo y respeto a esos animales y ni siquiera buscarlas en google me gusta. Ella fue la amiga que decidió aparecer en medio del camino. De aproximadamente 1.2 mts (seguro era mas pequeña pero mi fobia me hace exagerar). Y probablemente todo el drama duro 1 minuto también, pero para mi fue eterno.

De ahí en adelante todo fue mas calculado, cualquier rama, hoja o piedra en medio de la calle la analizaba a ver si estaba en movimiento. Por dicha, para mi, el resto del camino transcurrió con toda normalidad. Hasta que un niño se mordió conmigo en una subida y tuve que apretar los dientes y sacar,  pero eso es tema de otro día.

Lo que rescato de esta historia son dos cosas. En los 2 años que tengo de vivir por la zona del Pacífico Central nunca había visto esos reptiles y en los últimos tres meses he visto 2. Y en ambos casos fue la misma sensación de pánico. Podría ser por la época lluviosa creo yo, pero no tengo conocimiento en esas cosas. También, creo que les hice un favor a los habitantes de la casa que estaba en la ruta de la “amiga” por que iba directo hacia esa casa, y gracias a mi acto de valentía logre que se devolviera y no siguiera su curso, tal vez lo que hizo fue esconderse para esperar a que yo pasara, pero para mi registro, salve a esa casa de un invasor poco agradable.

Anden con los ojos bien abiertos amigos, mas si salen por zonas montañosas y poco habitadas.

Saludos,

ELENGA.

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